Seguramente te ha pasado, como a nosotros, que al ver  los bolsos de origen Wayuu te llegas a sentir hipnotizado con sus colores y formas.

Estas piezas artesanales siguen estando de moda temporada tras temporada gracias a su belleza, sus colores, su estilo y versatilidad.

Un poco de historia

Los Wayuu son un pueblo indígena que habita el desierto de la Guajira, ubicado en el norte de Colombia, cerca de la frontera con Venezuela. Son una comunidad con mucha historia y tradiciones. Son conocidos también como el Pueblo del Sol, El Viento y la Arena.

El nombre Wayuu se ha vuelto famoso en el mundo de la moda debido a la creciente popularidad de los bolsos y mochilas que tejen de manera tradicional. Son fácilmente reconocidos por sus vivos colores y sus patrones y formas que están inspirados en su entorno, en la naturaleza.

Wale Keru, la araña tejedora:

«Ninguna araña era más hacendosa que la tejedora Wale’kerü. De la mañana a la noche, de la noche a la mañana, tejía y tejía chinchorros y fajas. En el principio, los wayúu le preguntaron sobre su arte y sus enseñanzas. Ella, la araña Wale’kerü, dijo que le enseñaría a tejer a una mujer si a cambio le daban una cabra o un burro. Las mujeres wayúu le dieron collares y alhajas y la araña empezó las lecciones.

Pero un día, se enamoró de un wayúu y huyeron juntos. El hombre la llevó a su casa. Allí, la madre del joven le entregó algodón para que tejiera sus fajas. Wale’kerü se tragó el algodón y, poco a poco, de su boca comenzaron a salir hilos listos para ser tejidos. La hacendosa araña tejía de noche y por la mañana ya tenía su faja lista.

Wale’kerü declaró que ella no era una araña cualquiera, que ella sabía algo que ninguna mujer wayúu conocía, ni siquiera la madre de su enamorado. A partir de ese momento, les enseñó a las doncellas que estaban en el encierro a tejer bellos dibujos.

Las jóvenes aprendían de esta buena maestra. A su vez ella les pedía que no se distrajeran mirando a los lados. Wale’kerü quería que las mujeres wayúu fueran las mejores tejedoras a pesar de que a veces la rechazaban.

Las mujeres tejen los diseños que Wale’kerü les enseñó. Pero a veces Ruluma, el comején, las pone a prueba. Eso fue lo que pasó cuando una vez apareció donde una wayúu que tenía dos telares, uno para tejer de día, otro para tejer de noche. La mujer protegía sus tejidos regando ceniza y agua bien caliente o prendiendo fuego. Sabía que así mantendría lejos a Ruluma, el comején.

Pero Ruluma quiso saber si esta tejedora era capaz de remendar y le picó el tejido de un telar y del otro. La hábil mujer remendó los dos, demostrándole a Ruluma que había aprendido a tejer y a remendar también.

Todavía hoy en día los wayúu recuerdan el legado de Wale´kerü.

Sucedió que una noche un sueño le reveló a una mujer que había un árbol cargado de telarañas en sus ramas. Al despertar y contar su sueño, los wayúu buscaron el árbol hasta que lo encontraron. Los dibujos y diseños de la corteza del árbol fueron amarrados en un telar y así crearon el kanasü, la técnica de tejer dibujos.

Luego ataron palos del árbol y los trenzaron con hilos para formar una pulsera, una kanaspi. Esta es la pulsera que usan las jóvenes wayúu cuando quieren aprender a dibujar en los tejidos. Las kanaspi llenan sus manos de belleza y les da la paciencia e inteligencia para que sus tejidos sean los más delicados».

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